jueves, 18 de julio de 2013

IV Gran Trail de Peñalara, cuando mi cabeza pudo con mi cuerpo

Me voy a dejar de rollos y voy a ir al tema: ¿por qué el 28 de junio de 2013 estoy en la salida del IV Gran Trail de Peñalara con un dorsal que pone III Trail de Peñalara 80K, cuando debería de estar al día siguiente en La Granja haciendo la versión de 60km? Pues mi interés era hacer la versión corta, pero mis amigos Jorge y Juan se habían inscrito en el 80k, el primero por sacarse una espina clavada el año anterior tras su abandono y el segundo porque ya había hecho el 60k la pasada edición. Así que convencemos a Katia diciendo, total, de 60 a 80 no hay tanta diferencia,  además la salida por la noche se presupone impresionante.

Abiertas las inscripciones y en modo "date prisa que se agotan" me inscribo en el Trail de Peñalara 80K haciendo grupo con Jorge, Juan y Katia.

A finales de enero Jorge me manda una invitación para asistir a un entrenamiento gratuito de Gema Quiroga, entrenadora de corredores de montaña, por La Pedriza. El lleva casi un mes con ella y habla maravillas. Después de lo contento que quedé tras el primer contacto, decidí probar 15 días de forma gratuita sus entrenamientos, no tenía nada que perder y así veía como se tenía que entrenar de verdad. Gema fue clara desde el primer momento, menos de 6 meses es muy poco para entrenar de verdad un ultra de estás características y sobre todo con mi bajo nivel. Nos pusimos manos a la obra y entre series, fartlek y cacos pasaban los meses. Tuve diferentes caídas de ánimo cuando veía que estaba muy verde para tanto desnivel y sabía que iba a sufrir más que disfrutar, pero siempre remontaba gracias a los mensajes positivos de mi bastón de apoyo que era Katia.

Hasta que la nieve nos dejó entrenar la bajada de Maliciosa una mañana de mayo perfecta, ni frio ni calor, no había viento. Habíamos dispuesto salir del aparcamiento de La Barranca para subir a La Maliciosa por El Piornal, siguiendo el trazado del GTP, para bajar por el Collado de las Vacas hasta Cantocochino y de ahí remontar el rio siguiendo el trazado del Cross de los Tres Refugios hasta La Bola y bajar de nuevo hasta La Barranca. Todo sucede más o menos como estaba previsto hasta que se produce el que hemos pasado a denominar el KatiaPLOF! con rotura de pierna incluida. Ese mismo momento supe que no iba a ser capaz de terminar esta carrera.

Mi primera reacción fue la de abandonar y desinscribirme, la bajada de La Maliciosa dejaba mis rodillas maltrechas, demasiada inexperiencia pone en tensión mis cuadriceps y éstos a mis tendones rotulianos, pero todos me animaron a salir, probar hasta Cantocochino y así al menos vivía la salida. No debería de haberlo hecho porque me conozco y si no estoy para reventar no paro. Así que allí que me veo vestido de trail runner en la salida del GTP con estos dos piezas y sintiendo mucho el abandono forzoso de esta carrera de Katia por prescripción facultativa, vía escayola.

La salida he de reconocer que es espectacular por la animación de la gente, por ser de noche, por la de locos que hay como tú. Así que ahí estoy corriendo por las calles de Navacerrada camino de La Barranca junto con Jorge y Juan, corriendo sin agobios, a buen ritmo pero sin matarnos, salimos del pueblo y llegamos al Hotel de La Barranca donde decidimos ya empezar a andar, cruzamos el embalse de La Barranca y empiezan los primeros embudos.

Fotografía propiedad de RECMountain
Intento llevar a rajatabla las indicaciones de Gema "habla poco, no gastes energías", indicaciones muy acertadas ya que a mi me gusta hablar hasta con las cabras del monte. En un momento, o eso me parece a mi, llegamos a la Fuente de Las Campanillas, creo que Jorge empieza a apretar y aquí nos separamos. Juan va unos pasos delante pero yo decido hacer una parada técnica. Ya no nos veremos hasta la cima. El espectáculo de frontales encendidos es impresionante. Llego al Piornal, hay gente animando, subidón de moral, me veo bien, con fuerza y sigo para arriba, el tramo entre El Piornal y La Maliciosa se me pasa en un suspiro y cuando hago cima veo mi reloj y marca poco más de 2h desde que salí, la imagen del Collado de las Vacas y todo Madrid iluminado es simplemente bestial. Nada más hoyar observo a ver si encuentro a mis compañeros y entre las rocas aparece como un espectro, bidón en mano, Juanito, que dice "hala, vamos para abajo", le pregunto por Jorge y dice ha tirado para abajo. Pongo a tope el frontal porque sé que aquí viene mi suplicio, voy frenado, Juan se me escapa, me duelen los rotulianos, a esto añado que de vez en cuando se me suben los gemelos por culpa de las medias de compresión, se me escapa pero tengo que parar a estirar mis gemelos, maldigo haber tomado la salida pero sigo bajando, mi meta es llegar a Cantocochino y abandonar. Pasado el Collado de las Vacas se me ocurre bajarme las medias de compresión y por fin dejo de sufrir por los gemelos pero sigo fastidiado por los rotulianos. La bajada de La Maliciosa es muy técnica y desgraciadamente el miedo me hace ir atenazado y frenado.

Por fin llego a Cantocochino decidido a abandonar, no tiene sentido seguir, durante la bajada mi cabeza empezó a resquebrajarse y se me coló el diablo hasta la cocina. Entré en modo autodestrucción. Nada más entrar en el control me encuentro a Juanito, le digo que abandono a lo que me contesta "que abandonar, ¿te duele algo? no, pues ahora subimos a la Dehesilla de charleta y verás qué bien", queé fácil es convencerme. Después de recargar la panza salimos juntos dirección el Collado de las Dehesillas, vamos andando pero a buen ritmo, voy tan concentrado, sin hablar por prescripción facultativa, que pasamos por el refugio Giner de los Rios y por El Tolmo y ni los veo. En un momento me da una pequeña pájara y le pido a Juanito parar un segundo para retomar fuerzas y continuamos hasta llegar al collado, pasamos el control e iniciamos la bajada hacia la Hoya de San Blas, es bastante complicada, por momentos no hay senda, la vegetación tiene un tamaño tremendo, Juanito se me escapa de nuevo, no puedo seguir su ritmo, me pongo música y sigo luchando con mis rodillas, en esta ocasión la carrera puede conmigo.

Arrojo la toalla y maldigo el no haberme plantado en Cantocochino, aunque me obligo a llegar hasta Morcuera para allí retirarme. Una vez salgo de la selva, el sendero se hace mas corrible pero mi cuerpo no puede, lo intento, a ratos troto, a ratos ando, me adelanta gente, hay una gran bajada y cruzamos el río en el que unos voluntarios me animan, sé que estoy cerca del avituallamiento así que enciendo mi móvil y salta un mensaje de Juan preguntando si me queda mucho, le contesto que enseguida llego, y así es. Cuando llego al control me lo encuentro tiritando, me dice que pille lo que sea y que vamos, yo arrojo la toalla y le digo que tire, que mi meta está en Morcuera, son 12 kilómetros los que me quedan y paso de agobiarme. Me siento, relleno mi bidón de agua, me preparo un batido recuperador.

Me pongo la mochila y me dispongo a andar, soy un zombi, un cadáver en la competición, me adelantan, me ofrecen geles, mi problema está en lo alto de la azotea. Aquí se acabó mi participación en el GTP, he trabajado poco la cabeza, me ha ganado la competición.

Gracias, mil gracias a mi familia por apoyarme y permitirme durante estos meses atrás dedicarle a esto tiempo robado a ellos. Gracias a Jorge, Juan, Pepe y, cómo no, a mi compañera de batallas, Katia, por aguantarme, acompañarme, escucharme y alentarme una y mil veces. Gracias a Gema Quiroga por intentar lo imposible, por su profesionalidad, siempre con una palabra de apoyo, siempre animando. Gracias a la RSEA Peñalara por organizar carreras por nuestra querida Sierra de Guadarrama, y como no a los voluntarios por vuestra desinteresada colaboración, sin vosotros no habría carrera, gracias por vuestros ánimos, por señalizar los cruces, por rellenar nuestros bidones o preparar un caldito, gracias, gracias en especial a una voluntaria, excepcional corremontes que se llama Belén Díez que en esta carrera se pasa al otro lado y se pone a dar ánimos y a repartir agua, a ver si aprendemos los demás.

Y gracias a ti por haber llegado a leer hasta aquí.

Volveré a intentarlo otra vez, ¿cuándo?, no lo sé. Lo que sí sé es que volveré y en esa ocasión no podrás conmigo.

Caerse está permitido, levantarse es obligatorio!










miércoles, 10 de julio de 2013

Toc Toc!... ¿Hay alguien ahí?

Hace tiempo que no paro por aquí, bueno que no paro públicamente porque tengo dos entradas no publicadas que están inacabadas y que creo que van a pasar a dormir el sueño de los justos.

Todo es debido a mi falta de motivación, después de correr el maratón de Valencia he ido cayendo en picado y parece que no termino de levantar cabeza. Durante todos estos meses sin pronunciarme he corrido varias carreras, he entrenado, me he reído, lo he pasado mal, lo he pasado muy bien, he subido, he bajado, me he mojado, he pasado frio y he pasado calor, y he llegado a una conclusión no quiero más asfalto, solo campo.

Durante estos meses y después de correr el mencionado maratón de Valencia, he corrido todo por el monte, sansilvestres, carreras multitudinarias como la de Cercedilla, la I Trebol Trail de Becerril de la Sierra, un intento de hacer el duro Cross de los Tres Refugios que fue descafeinado por culpa de esta primavera loca que hemos tenido en el Guadarrama y un intento (fallido) de correr el Gran Trail de Peñalara en su versión de 80km y 4.000m de desnivel positivo, mi primer abandono en mi cortísima vida de corricolari.

Una de las conclusiones a las que he llegado es que estoy construyendo la casa por el tejado y eso está muy mal pues en esto de correr hay que subir peldaños muy poco a poco, y yo iba muy deprisa, pero esto lo dejaré para mi próxima entrada "IV Gran Trail de Peñalara, cuando mi cabeza pudo con mi cuerpo".

Ya estoy aquí de nuevo...

martes, 6 de noviembre de 2012

PURA VIDA

PREFIERO VIVIR UN AÑO COMO UN TIGRE, QUE CIEN AÑOS COMO UN CORDERO

Esta entrada se la quiero dedicar a Iñaki Ochoa de Olza. 

Para la gran mayoría de la gente que hace montaña Iñaki no es un desconocido. Si no sabes de quién hablo aquí tienes una entrada que habla de él en la wikipedia, aunque te recomiendo que te leas este enlace con su biografía para que te hagas una idea del personaje en la página de SOS Himalaya, la fundación que él creó en su cabeza y que su familia y amigos materializaron, como dicen, "para arreglar algunas de las goteras del techo del mundo".

La verdad es que cuando en 2008 perdió la vida en el Annapurna yo escuché la noticia y recordé su cara de algún "Al filo de lo imposible" o algo así, pero no indagué mucho sobre su historia y mucho menos sobre su intento de rescate.

Fotografía: www.sistemacentral.net
Es en 2011 cuando trasteando por Internet doy con una página que se llama Sistema Central, web de montaña dedicada obviamente al Sistema Central y en cuya portada veo un enlace a un sitio llamado "El Rincón de Iñaki" con una foto de Iñaki Ochoa. Descubro que este ser genial un día decide meterse en estos foros y brinda su ayuda y asesoramiento de forma altruista a todo aquel que le pueda interesar.

Leo con asombro desde la página 1 hasta su despedida con destino a ese Annapurna del cual ya no volverá. Es más, llega a mandar saludos desde esta expedición al foro, increíble,  y sigo leyendo con mayor asombro la narración de su accidente y posterior intento de rescate, narración hecha por foreros que van obteniendo los datos de aquí y de allá. 

Después de leer de la primera a la última página sigo buscando información y encuentro que  en el programa de canal plus Informe Robinson dedican un episodio al épico intento de rescate en el Annapurna, aquí puedes verlo.


























Después de todo esto encuentro que no sólo Iñaki había escrito su autobiografía, que más que una autobiografía es una declaración de su forma de entender la vida, sino que el empeño de su familia hace que el texto vea la luz. Se titula "Bajo los cielos de Asia", libro que recomiendo además de por todo lo que Iñaki intenta transmitirnos, porque los beneficios van a parar a SOS Himalaya, y así entre todos echamos una mano a gente tan necesitada.


Todo esto está muy bien pero, ¿a santo de qée viene todo esto? La cuestión es que unos locos han decidido hacer un documental sobre la vida de Iñaki Ochoa de Olza, de su vida y del intento de rescate en el Annapurna. Lo han titulado "Pura Vida" y esta semana llega a Madrid. La proyección sera en la Cineteca del Matadero Madrid, aquí tenéis toda la información sobre días y horarios. Yo ya tengo mis entradas. A continuación os dejo lo que los modernos llaman "teaser". Que lo disfrutéis.








miércoles, 31 de octubre de 2012

UNA MAÑANA BAJO LA LLUVIA

El sábado 27 Katia me propone dar un paseillo por el Valle de la Fuenfría. Como no me veo mal después del Cross de la Cuerda Larga acepto. La idea es seguir un track de Mayayo publicado en su blog, en concreto éste que va desde la pradera de Majavilán, en Cercedilla, hasta Peña del Aguila y la Peñota. Ya había subido a la Peñota por Los Molinos con Kbralok, Beto y el gallego Oscar, y me gustaron mucho las vistas, así que la propuesta era interesante, y de paso conocería la subida desde el otro lado.



Fotografía: Fotosierra.com
La cita, como buenos corremontes, no podía ser en otro sitio que Casa Cirilo, junto a la pradera de Majavilán, punto de partida de la ruta a seguir. Eran las 9:30 y empezaba a chispear. Cuando llego hay poco coche, un par de ciclistas que me comentan que se vuelven, que con lluvia como que no apetece. Yo tampoco es que disfrute mucho cuando llueve pero las ganas de descubrir nuevos caminos pueden a las de dejarlo y volverme al calor de mi casa.

Esta vez fui sin agua, iluso de mi, pensando en llenar el bidón en las fuentes de Majavilán. Dije con las lluvias pasadas ya caerá agua por los caños. Error. Los manantiales están tan secos que en esta parte baja nada de nada. Apareció mi compañera de senda y nos pertrechamos con todo lo necesario para pasar unas horas por el monte mojándonos lo menos posible: mallas largas, chaquetas, guantes pues hace fresco y hasta una gorra, no soporto la lluvia cuando me cae por la cara.

Empezamos un poco despistados, todavía nos cuesta manejarnos con el GPS, pero tenemos muy claro que tenemos que subir como digo yo "to parriba", así que nada más empezar la carretera de la República cogemos un sendero que junto a un arroyo nos lleva hasta la Calzada Romana. Esta equivocación nos hará recorrer algunos kilómetros de más, aquí el chispeo se empieza a convertir en lluvia de verdad y poquito a poco llegamos al puerto de la Fuenfría. Arriba, bastante viento, un par de ciclistas despistados y una cortina de agua importante. No nos importa, las vistas merecen la pena. Cogemos la Vereda del Infante o Calle Alta camino de Peña Águila.  Para mi esta pista es muy maja porque te permite correr, pues el firme está muy bien, y las vistas son espectaculares, aunque hoy la lluvia y la niebla no nos van a dejar ver mucho. Yo siempre de coña he dicho que me va más el estilo americano de correteo de montaña, por nuestros montes los pasos complicados me dan miedo porque soy un patoso, las subidas muy técnicas me cuestan bastante y las bajadas, aunque no se me dan mal, aún tengo muchísimo que aprender. Así que estas pistas como la Calle Alta me van que ni al pelo.

Continuamos la mañana entre parloteo y parloteo. Sigue lloviendo. De vez en cuando paramos para hacer una foto e inmortalizar la mañana, o coger por fin agua con mi bidón de la Fuente del Infante. Seguimos sin cruzarnos con nadie. La mañana no invita a andar por el monte, el barro es un elemento tan desagradable que es normal que sigamos solos.

Foto por aquí, foto por allá, un dátil, una barrita y agua, mucha agua. Sin pararnos mucho, por no decir nada, seguimos dándole a la zapatilla hasta que llegamos a la base de Peña del Águila. La niebla empieza a bajar y aquí el viento pega más fuerte. Cruzamos una valla para pasar al lado segoviano de la montaña. En la descripción de Sergio en su blog dice que aquí comienza una pista "lo bastante tendida para poder correrla entera", jajaja. Lo intentamos pero nos toca andar, nuestras patitas no dan para más. Poco a poco llegamos a la ¿cima?. Hay tanta niebla y sopla tanto viento que no nos podemos parar casi. Hacemos la foto de rigor y continuamos. Y aquí comienza la diversión de la ruta. 

Saltamos una valla de piedras y empezamos a bajar por una senda bastante técnica que con la humedad de las rocas nos hace ir con mil ojos. ¡Hola vaquita!, ¿cómo suben estos bichos hasta aquí arriba?. Poco a poco llegamos al final de esta primera bajada, pasamos de nuevo la valla y decidimos otear un poco la subida a la Peñota. Hace bastante frío y vamos a asomarnos sólo un poco, yo quería echar un vistazo para recordar la excursión de febrero, vuelta para abajo.
De nuevo salto de valla y continuamos la bajada por una senda que nos va haciendo perder altura rápidamente, camino muy evidente y bonito que, tras pasar la calle alta, nos adentra de nuevo en el bosque acabando éste en el camino de los campamentos. Cruzamos la pradera y, de repente, sale el sol y la naturaleza nos ofrece un precioso arco iris. Seguimos bajando entre charla y charla- A estas alturas los cuádriceps ya empiezan a quejarse, hasta que llegamos a un camino con marcas azules que el track nos indica que debemos seguir. Esta pista es en ligero ascenso y, poco a poco, vamos acercándonos al Hospital de la Fuenfría cuando empieza  a caer otro chaparrón. Comentamos lo que debe ser una carrera ultra con estas condiciones durante 20 horas, imposible. Damos el último sprint casi llegando a Casa Cirilo y muy contentos con la "vueltecita" que se nos ha ido a 18,5km y 1.135m de desnivel positivo. Solo pienso en la ducha caliente que me espera en casa, tras una mañana de las que hacen afición.


lunes, 22 de octubre de 2012

UN DOMINGO EN LA CUERDA… FLOJA


XXV CROSS DE LA CUERDA LARGA

Ayer se celebraba la XXV edición del Cross de La Cuerda Larga. Inconsciente de mi, tres días antes de hacer la Madrid-Segovia se me ocurre inscribirme. Vi vídeos de la salida, todos en camiseta de manga corta, y como conocía a varios inconscientes como yo allá que fui.

Os voy a hacer un resumen de la carrera, aquí está…

Las predicciones meteorológicas, un correo que nos manda la RSEA Peñalara con material obligatorio y mis miedos me hicieron el viernes por la mañana tomar la decisión de dejarlo para otra ocasión, estoy dispuesto a sufrir pero no tanto. Juan Seguí me convence para que posponga mi decisión al sábado. Yo que me niego a rendirme tan pronto, acepto. El caso es que el pronóstico va mejorando y parece que salvo frío, vamos a pasar poco más, se esperaban vientos más o menos moderados, sin lluvia o muy poca.

Llegamos al puerto de la Morcuera, gracias a la amabilidad de Pedro, otro corremontes roceño que me acepta como polizón en su coche junto a su familia, y con sorpresa veo está entrando niebla desde el otro lado de la sierra. Aquí aparecen mis fantasmas. De repente aparece mi ángel de esta carrera, José A. Sancho, un monstruo de las montañas que conocí hace una semana en una quedada organizada por la tienda Trailxtrem, aquí puedes seguir sus Montañas de Pasión. La verdad es que sus palabras me tranquilizaron también y el hecho de que él fuera el corredor escoba.
A las 9:30 comienza el lío. Hace fresquito pero es soportable. Todo el mogollón camino de La Najarra, cuesta dura de entrada, sin anestesia, todos andando, el grupo de gente con los que echamos unas risas antes de salir capitaneado por Juan Seguí están a tiro de piedra. Yo decido ir a mi bola, esta carrera no quiero atarme a ningún ritmo ni agobiarme porque no llego. Les veo hasta que llega el primer embotellamiento y ya no sé más de ellos.

Vamos subiendo poquito a poco hasta el primer control, y aquí empieza a aparecer algo de niebla. En las bajadas voy muy bien, me gusta correr bajando tanto como me cuesta subir.

Seguimos subiendo y bajando riscos hasta la Loma del Pandasco, donde parece que la niebla va más baja y es más “meona”, y aquí pasa lo que tenía que pasar. José, el corredor escoba, ya me indicó que tuviera cuidado en este punto porque las piedras estaban mojadas y podría resbalar. El resto os lo podéis imaginar. Después de levantarme, hago informe de daños, todo parece que está en sus sitio, bieeen!!!.

Continúo poquito a poco subiendo y bajando,  intentando correr en los senderos. Un gel por aquí, unos dátiles por allá, ahora una barrita, todo sin parar. La temperatura según subimos está bajando de forma exponencial, así que sin parar, y casi como sin querer, llego a la base de Cabezas de Hierro, siempre con un grupo de corredores a mi alrededor. Poco a poco con paciencia voy subiendo por el sendero hasta que llego casi arriba y aparece la figura de un Guardia Civil en un risco gritando “manteneos en grupo”. Aquí la niebla es más densa. Coronamos Cabeza de Hierro Mayor, pasamos el control y verdaderamente no se lo que hago que me despisto y me veo solo, sin nadie por delante y sin nadie por detrás. En un principio me quiero parar y esperar a alguien pero por otro lado llevo el track en mi gps y el recorrido está muy bien marcado. Es momento de ahuyentar fantasmas.

Paso un momento malo en el canchal de después de cabezas, pero en ese momento oigo que se acerca otro corredor. Levanto un poco el pie y me rebasa en la bajada hacia Valdemartín. Anda bastante más perdido que yo así que decido seguir a mi bola en la bajada con mucho cuidado porque aquí ya empieza a llover bastante y el reloj me marca -4 ºC. Frío y lluvia es una combinación que no me mola.

La subida a Valdemartín se me empieza a atragantar. A nivel psicológico, el no tener referencias visuales me cuesta un poco y el no ver las antenas me hace no saber exactamente cuánto queda hasta La Bola. Aquí en la subida me adelantan un par de corredores y empiezan a aparecer senderistas. Hay vida en la sierra. Larga bajada pegados a las pistas de esquí y comienza la última subida. Sigo sin ver las antenas.

A lo lejos diviso una luz me acerco y son los Bomberos que están animándonos y a 10 metros el control del Alto de Guarramillas. ¡Bendito membrillo que me han subido hasta aquí! ¡Me sabe a gloria! Unos cacahuetes y unas onzas de chocolate. Qué valientes son los voluntarios que lloviendo y con un frío de tres pares están con una sonrisa y una palabra de ánimo.

Llegado a este punto me dejo caer tan rápido como me permiten mis cuádriceps por la pista de cemento hasta que me encuentro con unos forestales que me indican que he de bajar por la pista de esquí. ¡Quién dijo miedo! Bajada vertical hasta que llego a la civilización. Te encuentras con gente que te alienta, paran el tráfico del puerto para que pases, escuchas ánimos varios... Con lo que he sufrido por el frío, con los fantasmas contra los que he tenido que luchar, me dan ganas de llorar de nuevo, soy un sentimental. Ultimo sprint que parece que vuelo y meta.

Muy bonita carrera en la que me estrenaba en las carreras de montaña de verdad, en la que he conseguido desterrar algunos fantasmas y que repetiré sin duda el año que viene, si las fuerzas acompañan. Mi meta era llegar sin romperme la cabeza y finalizar, y ahí está: reto conseguido.

Gracias de nuevo a los voluntarios de la RSEA Peñalara, en especial a José A. Sancho por sus palabras antes de la carrera, al grupo de montaña de la Guardia Civil y a los Bomberos y Forestales por su ayuda en este día de locos, en el que todos hemos intentado no caer de la Cuerda.... floja. 

lunes, 1 de octubre de 2012

SEGURIDAD ANTE TODO

IV Edición de la Ultra Cavalls del Vent

Este fin de semana se ha celebrado la prueba de ultrafondo Cavalls del Vent en el Parque Natural del Cadí-Moixeró, una carrera de 84 kilómetros y 12.000 metros de desnivel acumulado.

Ya avisaron antes de la salida que la meteorología no iba a ser favorable, con temperaturas bajas en cotas altas, viento y nieve. Aún así casi 900 valientes tomaron la salida. La meteorología endureció mas aún una carrera que ya de por sí es dura, aquí tenéis la crónica de carrerasdemontana.com .
Durante la noche una de las corredoras falleció por hipotermia. En un primer momento lo que piensas es que gente poco preparada se enfrenta a pruebas de alto nivel y la montaña es un escenario hostil donde en ocasiones si no te sabes retirar a tiempo lo puedes pagar con la vida.
Cuando ya empiezas a indagar sobre la participante empiezan a salir más datos,  aquí podéis leer la noticia. Era Teresa Farriol, una experimentadísima corredora de montaña que ya había participado en esta carrera en otras ocasiones.
Teresa Farriol. Fotografía www.vilaweb.cat
A juzgar por el número de retirados fue duro no, durísimo. Realmente no sé qué pudo llevar a Teresa a continuar si se encontraba en malas condiciones. Sólo ella sabe por qué lo hizo.

Desde mi absoluta inexperiencia y respetando a los demás y sus opiniones, cuando uno hace cualquier actividad sabe a qué peligros se expone. No he corrido muchas carreras de montaña pero en general la gente que lo hace son personas que saben a lo que se enfrentan, aunque también estoy de acuerdo que en ocasiones hay gente inconsciente que no piensa realmente donde se mete.

Durante mi estreno en las carreras de ultradistancia en la Madrid-Segovia vi a gente muy preparada en cuanto a material se refiere, y gente que iba con una botellita de agua en la mano. Yo preferí cargar con material, incluido mi frontal desde el principio, a pasar un mal trago en un momento dado. Como dice Alfonso en almasyrunner.es: “no podemos los corredores normales imitar a los corredores pros en sus videos promocionales”.

Seguridad ante todo.

Descanse en paz Teresa y un abrazo a sus familiares y amigos.

jueves, 27 de septiembre de 2012

III MADRID-SEGOVIA 100KM POR LAS VÍAS PECUARIAS

MAGOVIA 2012
ASÍ LO VIVÍ YO

Yo no tenía intención de contarle a nadie que no fuera de mi entorno mi experiencia al correr un ultramaratón, a lo sumo publicar algo en la hoja parroquial. Después de darle vueltas el cuerpo me pide contarlo.

En el mes de abril se celebraba el Medio Maratón de Madrid. Yo, que soy un inconsciente, y además le echo un morro increíble, consigo un dorsal a mi nombre. Hacía unos meses que había conocido a un tipo excepcional, Claudio Heidel con el que salía a correr de vez en cuando. Este, a su vez, me presentó a Katia Sanz, la que se convertiría en pieza fundamental para que yo pudiera conseguir llegar a Segovia. Me entero que Katia, en su preparación para el MAPOMA, va a correr el Medio Maratón, así que le pregunto si no tiene inconveniente en que vayamos juntos, y así lo hacemos. Fue una experiencia tan buena para los dos y lo pasamos tan bien charlando por el camino que quedamos encantados de haber compartido carrera. Justo cuando pasamos por Plaza de Castilla le comento que el 22 de septiembre se celebra una prueba de 100km que sale de ahí y llega a Segovia, que debe ser alucinante y que yo no me atrevo a hacerla solo. Se interesa por ella y me dice que también le gustaría hacerla. Mientras tanto salimos de vez en cuando a corretear por el monte, competimos en alguna carrera más por ahí, y en una cena con Claudio Heidel decidimos que nos apuntábamos y pactamos que nos esperaríamos el uno al otro si alguno desfallecía con la idea de llegar juntos a Segovia.

Y llega el 22 de septiembre, 8:30 horas, Plaza de Castilla de Madrid. Con más nervios que otra cosa me veo en la salida de un ultramaratón. A este equipo al que yo cariñosamente llamo “Pin y Pon” se unen dos personas más: Claudio Heidel, que tomando unas cañas 15 días antes decide acompañarnos, y Juan Seguí, al que conozco físicamente esa misma mañana, a pesar de que ya nos conocemos a través de Twitter y Facebook, y al que le digo la víspera si se quiere unir a nuestra aventura.

Dan la salida y empezamos a trotar. Sin casi darnos cuenta ya estamos en Fuencarral. Claudio no va a su ritmo bueno de correr, lo que le obliga a parar de vez en cuando para esperarnos. Yo intento ir acompañándole pero sé que no es mi ritmo y así seguro que no llego. En esto aparece mi primer ángel del día, Belén Díez, corremontes excepcional conocida de Claudio con la que contacté hace poco a través de Facebook. Nos da muchos ánimos y así con ese “subidoncillo” continuamos nuestra aventura camino de Segovia. De repente Claudio desaparece y es el primer momento de tranquilidad. Llevaba un rato preocupado por tener a Claudio tan cerca, porque no tenemos su nivel y para 10km él puede llevar nuestro ritmo pero para 100 le acabaríamos quemando.

Poco a poco vamos avanzando. Nos cruzamos con Rita “La Pelos”, pomponera incansable. Llegamos al primer avituallamiento en Tres Cantos, bebemos, sellamos y poco más que contar.

Continuamos poco a poco, pensando en lo bien que había hecho Claudio en volar libre, por unos caminos un poco secos pero ya metidos en el campo y alejándonos del asfalto. Adelanto a un corredor que anda como un zombie, con síntomas de deshidratación. Le pregunto cómo va y me dice que se va a retirar, que está fatal, que se ha quedado sin líquido. Le ofrezco de mi bidón y le da un trago. Hace ya calor y si no eres cuidadoso puedes deshidratarte, esa ha sido una de mis obsesiones durante esta locura y gracias a los consejos de los veteranos “como sin hambre, bebo sin sed”.

Así, casi sin quererlo, estamos en Colmenar Viejo, Km 27. Entramos en el control, sellamos y comemos algo de fruta. Me cambio de calcetines y veo que de las temidas ampollas nada, cambio la camiseta, refresco de cara y vuelta “al tajo”. El paso de Colmenar lo hacemos andando. Vamos charlando de nuevo volvemos a la tierra. Nos vamos cruzando con ciclistas que nos animan, ya se ve más cerca la sierra. A veces miro atrás para ver imponentes las 4 torres desde las que hemos salido. Seguimos troti-andando por los caminos. Juan Seguí parece que va fresco y se adelanta un poco, aunque nos espera en las sombritas.

Llegamos al Puente Medieval, nuevo avituallamiento. No queda fruta pero la bebida está fría. De vuelta a la ruta sigo comiendo sin hambre y bebiendo todo lo que puedo, temo quedarme sin gasolina o deshidratado, y en este tramo aparece mi muro. Seguimos por unos secarrales enormes y la cabeza empieza a fallar, tengo calor, tengo sed y ¡¡oh no¡¡ tengo HAMBRE. Se empiezan a encender las alarmas, intento comer un poco de barrita pero empieza a no entrarme la comida. Mis compis me ofrecen frutos secos y se me hacen una pasta en la boca, bebo y yo creo que empiezo a delirar, pienso en un bar, en Manzanares y en un pincho de tortilla, daría mi reino por una caña. Mis compañeros me tranquilizan y dicen que no me preocupe, que si hay que parar a comer algo se para, y yo pensando por dentro “estoy corriendo una ultra y me voy a parar en un bar a tomar un pincho”. En esto que tras una cuesta más aparece La Pedriza con su imponente Yelmo, nos hacemos una foto y bajamos corriendo en busca de Manzanares. Al final de la cuesta encontramos a un corredor tirado, parece que tiene calambres, paramos varios, alguien le da reflex, de repente aparece una asistencia de la carrera y decidimos continuar.

Ya entrando en el pueblo aparecen otros ángeles en el camino. Son tres niñas y su madre animando. Llevan las camisetas del Club Tierra Trágame, le hacen la ola a Katia y nos dan muchos ánimos a mi tocayo y a mí. ¡Me parecen la bomba!. Llegamos al avituallamiento con bocadillos, fruta y bebidas. Sellamos y decidimos ir a una fuente a recargar bidones y refrescar. Nos sentamos en una sombra, yo empiezo a intuir una ampolla en el pie izquierdo pero me da miedo abrir y mirar por lo que pueda pasar, y aquí cometo el mayor error de toda la carrera: debería haber cambiado de calcetines.

Nos ponemos rumbo a Mataelpino por un camino que se me vuelve a atragantar, la molestia del pie izquierdo empieza a ser mayor y ¡horror! también empieza el pie derecho. Pienso que no hemos llegado a la mitad y ya estoy con problemas serios. Mi obsesión es llegar a Mataelpino aunque el dolor empieza ser importante, caminamos, corremos hasta la cuesta de entrada al pueblo, y de nuevo las niñas del Tierra Trágame que le vuelven a hacer la ola a Katia. Mis compañeros se adelantan unos metros y llegan antes al avituallamiento. Yo empiezo a no poder más hasta que llego a un oasis con fruta, líquidos, frutos secos... Como un poco de todo y le comento a Katia que hay un puesto de Protección Civil que voy a entrar a que me miren los pies y me animan a hacerlo. Cuando me tumbo en una camilla y me descubro los pies, la cara de la chica que me atiende es un poema, me vengo a bajo. Me pregunta si pretendo llegar a Segovia así, le digo que por supuesto que voy a llegar, me curan horrorizados mientras veo a Katia y Juan pasar por la puerta y verme de lejos. Soy consciente de que les estoy retrasando, les hago señales para que entren.

Salimos a la plaza de nuevo y veo al papá de esas niñas del Tierra, me acerco y le digo que tiene un club de fans de lujo. Sonríe. Llamo a casa, cuento mis penas, lloro, me dan ánimos que me dan alas. Después de la curación hemos vuelto al camino. Los ángeles de Protección Civil de Mataelpino que tan bien me han cuidado me dicen que en Cercedilla hay otro equipo suyo y que me lo revisen y curen. Esa va a ser mi imagen motivante durante los próximos kilómetros en los que el dolor va aumentando. Pienso de todo, abandonar, dejarlo, no tiene sentido. Se me escapan mis amigos aunque pacientemente me van esperando. Katia intenta darme aliento, me dice que hay un momento en el que el deseo de llegar se convierte en certeza de que vas a llegar. He trabajado el coco menos de lo que debería, en este momento empiezo a ponerme el caparazón y no dejo entrar los ánimos que tanto ella como Juan me dan.

Comenzamos la larga cuesta de La Barranca con el único aliciente de ver La Maliciosa coronándola. Intento motivarme recordando que hace un par de meses he pasado por allí con dos tipos geniales, Raúl Lara @Kbralok y Beto Cruz dos corremontes excepcionales con los que he contactado por Twitter y con los que he salido a corretear y montar en bici, pacientes con mi bajo nivel deportivo, generosos con sus consejos, dos auténticos cracks. Raúl es tan majo que unos días antes se ofrece a prestarme un aparatito que llevo atado a la chepa para que mis conocidos y familiares puedan seguir mis evoluciones. Su fuerza me acompaña en este tramo tan duro, hasta que llego al avituallamiento de La Barranca. No queda agua, pillo una naranja y un poco de acuarius, me doy la vuelta y veo todo el valle bajo mis pies con el embalse ahí. ¡Dios, qué regalo! Está atardeciendo. Vuelta al lío, un tramo de asfalto en bajada que nos permite correr un poco.  Juan se descuelga por una llamada, decidimos avanzar y en este punto encuentro otro ángel más, un señor mayor que con un ritmo constante avanza con solo una bolsa de gimnasio colgando a la espalda, cuando llego a su altura le pregunto qué tal va, yo calculo que andará cerca de los 70 años y empiezo a alucinar, ahí está, con su dorsal y sus zapatillas Kalenji agujereadas en la puntera. Me dice que va bien, que es la vigésima carrera de 100km que corre, que ha corrido 17 veces los 100km de Colmenar y las tres ediciones de ésta, lo único que le preocupa es perderse de noche por el monte. Mientras hablo con él veo que nos vamos a enfrentar con lo que paso a denominar la cuesta de la muerte. Intento no mirar y pienso que soy la leche, yo voy con mis Brooks Glycerin 9, mi mochila técnica llena de geles, un Garmin colgando con el track de la ruta, más el Spot que va dando mi posición cada 10 minutos vía satélite. Algo no funciona en mi planteamiento de carrera, quizá haga falta menos material y más cabeza.

Por fin llegamos a la cuesta de la muerte, vamos subiendo a buen ritmo. Juan Seguí contacta con nosotros en un pinar que hay en la cima y comenzamos a bajar corriendo hasta la carretera del puerto de Navacerrada, lo que me permite comprobar que cuando más me duelen las ampollas es bajando. Justo en este punto volvemos a encontrar a las niñas del Tierra, les decimos que su padre está cerca y que va bien. Nada más pasarlas rompo a llorar, entre el dolor y la emoción no puedo más. De nuevo Katia tira de mi, intentamos correr y en medio del bosque, a 2km de Cercedilla, aparece otro ángel, Jorge Fernández, más conocido en los ambientes como @Zerote. Jorge es un tío con un corazón que no le cabe en el pecho, conocerle ha sido otro regalo más que me ha dado esto de correr. Jorge debería de estar en esta prueba con nosotros con su dorsal, que muy amablemente cedió a Claudio Heidel, pero una lesión se lo impidió, así que para darnos ánimos decidió acompañarnos desde Cercedilla hasta La Fuenfría, en vez de estar en su casita con su mujer y su hijo. El subidón con su aparición fue estratosférico, risas varias y llegada a Cercedilla.

Yo sólo sueño con que me curen mis pies y poder seguir, empiezo a ver factible llegar. Intento comer paella, nos cambiamos de ropa en medio de un patio con un montón de gente, quiero hacerlo lo más rápido posible para no frenar a mis compañeros. Termino y corriendo me voy en busca de de la asistencia. Pregunto dónde andan y se me cae una losa encima cuando me dicen que no hay, lo único que me ofrecen es una ambulancia que hay para emergencias. Así que toca o retirarse o intentar arreglarse uno mismo el desaguisado. Se lo cuento a Katia y en ese momento, en otro enorme gesto de generosidad, me ofrece retirarnos, ella está satisfecha con lo que ha hecho hasta ahora. En segundos tengo que decidir qué hacer, en principio me parece un mazazo enorme con lo que hemos sufrido hasta llegar allí, además veo que ella va muy bien y que, aunque no me lo haya dicho, ya se ha convertido su deseo en certeza de que llegará al final. Pienso que son 40km y que aunque sea andando es posible acabar. Me pongo en una esquina, saco mi botiquín y empiezo a intentar curar unas heridas que no me atrevo ni a mirar, Katia de nuevo me ayuda y me pone un compeed en el pie. En esto que le suena el móvil, es un mensaje, se emociona muchísimo, me cuenta que es un mensaje inesperado por la persona que es y que le da muchos ánimos, me da un subidón y más fuerzas. Mi corazón me dice que tengo que seguir aunque sea sólo por ese pacto que hicimos. Vuelta al ruedo.

Decido llamar a casa y hablar con mi santa. Le pregunto qué hago, aquí aparece el Juan indeciso, eterno indeciso. Mi mujer me da ánimos, le cuento cómo estoy de los pies y me dice que he llegado hasta allí, que ya sé lo que hay y que le dé aunque sea andando, que esto está hecho. Le mando besos a ella y los dos loquitos. Creo que los enanos están muy orgullosos del cascarrabias de su padre.

Cruzamos Cercedilla, recuerdo la carrera de Navidad, decidimos cruzar el pueblo corriendo, la gente en las terrazas se arranca a aplaudirnos, risas varias, el tándem Juan-Jorge es un buen equipo para esta subida, se lo pasan bromeando a cada paso. Camino de las Dehesas me siento bien dentro de lo que cabe, vamos andando, Katia me llevaba preguntando varios kilómetros si ya el deseo de llegar se había convertido en certeza, yo no lo tenía nada claro hasta este punto en que, de repente, estoy ya seguro que sea como sea voy a llegar, kilómetro 68.

Con los frontales encendidos y con cuidado de que no nos pille un coche, llegamos casi sin sentir a la carretera de La República. Las piedras del camino me recuerdan un pequeño problema que tengo en los pies, aunque poquito a poco llegamos al avituallamiento de La Calzada Romana y aquí aparece de nuevo otro ángel se llama Manu, lo conoce Katia, ya por la mañana nos dio ánimos en la Plaza de Castilla con una sonrisa y sigue con su sonrisa puesta. Hacemos bromas con él, está con su camiseta del UTMB, otro crack.

Muchos kilómetros atrás Katia, a pesar de mis constantes quejas, me insistía diciéndome que me olvidara de los problemas que me quedara con las cosas chulas que nos estaban pasando y que intentara minimizar los problemas, y aquí hay un problema, en mi vida diaria yo soy mas de maximizar los problemas que minimizarlos, veo más las cosas chungas que las chulas. Intento que esto no suceda aunque la guerra psicológica está siendo dura, intento distraerme, pido apagar los frontales para ver el lujazo de cielo estrellado, me estoy dando cuenta que empiezo a mal pisar en un intento de cuidar mis ampollas y pienso que esto me dará más problemas a la larga, así que aunque duela a pisar como si no pasara nada. Seguimos en la carrera, hablamos de todo, intento disfrutar del mirador de los poetas y todo el valle de la Fuenfría iluminado, Katia me va preguntando sobre el recorrido y la voy guiando en un intento de distraer la mente, me cuesta pero sólo pienso en que estoy vivo y en carrera. Hacemos la subida andando, nos cruzamos con unas vacas que están intentando descansar, saco el capote, les doy un par de pases y seguimos, me digo a mi mismo: ¿qué pensarán estos animales de toda esta panda? El reguero de frontales encendidos impresiona.

Y por fin llegamos a la Fuenfría, sello he intento de tomar un café caliente. El voluntario está desbordado, dice que no le da tiempo material a tener agua caliente para el café, un tipo que no quiero calificar le recrimina que qué pasa con la leche, como si tuviéramos que tener un bar a estas alturas. Sopla el viento, comienzan las tiritonas, me tomo un gel con cafeína, el Paracetamol que Juan tan amablemente me ofreció en la mitad del puerto parece que algo me ha hecho, no me imagino la que se me va a venir encima. Decidimos no perder mucho tiempo aquí, hace frío y hay todavía 20km de ruta. Nos despedimos de Jorge no sin agradecerle su gestazo de acompañarnos. Y empezamos a bajar. Katia pide si podemos trotar un poco para avanzar más rápido y los tres nos lanzamos cuesta abajo. Este tramo ya lo habíamos entrenado en julio y ya sé a lo que me enfrento. Empezamos a correr en un camino lleno de piedras en el que no es fácil encontrar una senda para poder hacerlode una manera decente, además el cansancio hace mella ya. Propongo andar y esperar a una parte de asfalto que será más favorable. Con la bajada comienza mi autentico calvario cada micro frenada significan mil puñales en mis pies. Sugiero llegar hasta la fuente de la Reina y hacer un descansito allí. Me encuentro desorientado, mis referencias para saber dónde estoy no aparecen fruto del cansancio, hasta que de repente aparece la fuente. Mis compañeros dicen que no paremos, que continuemos, voy con ellos, ya les he frenado demasiado. Vamos bajando, de vez en cuando aparecen voluntarios en bici que nos dan ánimos, baja un coche, baja una moto, somos un reguero de zombis con unas lucecitas rojas adheridas a la espalda, me estoy empezando a descolgar ya no puedo más, de vez en cuando llamo a Katia y le digo que no puedo llevar su ritmo, me van esperando, hablamos poco o nada concentrados en el camino y esperando el avituallamiento que nunca llega. Ves a gente sentada en el suelo, se empiezan a intuir las luces de Segovia, en un camino largo, muy largo.

Por fin llegamos a la Cruz de la Gallega en el kilómetro 92 y este avituallamiento es un caos total. El pobre voluntario está totalmente desbordado. Sellamos la ficha de control. Me siento un momento. Enciendo el móvil, todavía tiene batería, cuidadosamente la he conservado limitándome a publicar en tweeter un mensaje en cada avituallamiento, y a contestar algún que otro whatsapp de mi hermana. Cada vez que lo encendía era un torrente de menciones en Tweeter o Facebook con ánimos, era una pasada. En ese momento me aparece un mensaje de las hermanas López, unas tías estupendas con las que tengo un pseudo grupo de corrrerias asfalteras, #behindemusgo lo llamamos y no acaba de arrancar. El mensaje me dice que están de fiesta y que no saben cómo voy, que qué tal. Les contesto que en el kilómetro 92, me dicen que soy un crack, ya no tengo fuerzas ni para que me dé subidón. Después de esto decido comer una magdalena, he visto que Juan come una, ¡uy! parece que no voy a comer magdalenas, en un segundo han volado las que quedaban. Me pongo un café. En este momento Katia le ofrece a Juan una silla para sentarse, este dice que no, que está bien de pie, y ésta le llama a Juan Espartano, le dice que se ha equivocado de época. Estoy de acuerdo, en 92 kilómetros no he oído una queja, un “me duele algo”, es increíble. Unos metros o kilómetros antes, que ya no lo sé, en la trigésima vez que me quejé Katia me dijo que ya estaba bien, que ya sabía lo que había y que hiciera el favor de dejar de quejarme. Yo ya había entrado en “modonegativomedaigualloquemedigas” hacía rato.

Nos intentamos motivar, sólo quedan 11 kilómetros, sabemos que es un camino polvoriento y sin ningún aliciente y que finalmente nos llevará casi 2 horas realizar. La primera parte es un sendero estrecho en el que yo creo que sobrepasé muchísimo el umbral de dolor que podría aguantar, no se si me llegué a marear en algún punto, pero lo pase fatal, solo miraba atrás y veía una línea de frontales bajando como nosotros. Pasamos un par de puertas y ya comienza el camino aburrido en el que ya vamos como autómatas totales. Mis compañeros se me vuelven a escapar unos metros. Se acaba la pila del gps de Juan que iba cantando los kilómetros que quedaban. Empiezo a cantar yo los kilómetros con el mío en un intento de no perder contacto con ellos, que ya es de unos 20 o 30 metros. Decido rendirme, ya estoy en Segovia, me baja un poco la moral esto después de casi 100 kilómetros pero me es imposible seguirles, se alejan, les dejo marchar ya llegaré.

Toda esta última bajada pienso en la gente que realmente lo está pasando mal por una operación, por un accidente, por una enfermedad, lo mío es pasajero, en un mes no me acordaré de estos dolores. Nos acercamos a la civilización debo de ir más rápido porque empiezo a adelantar a algún corredor al que saludo con un hola. Llego hasta un cuartel militar, ya sé que no queda nada y empiezo a caminar más fuerte hasta una rotonda donde alguien da indicaciones a los que andan despistados con las señales, escasas a estas alturas. La voz de ese alguien me es familiar, es Katia que está con Juan, me agarro a un clavo ardiendo y cruzo recto la rotonda para contactar de nuevo con ellos, ya no queda nada. Bajamos hacia el acueducto, Katia siempre unos pasos delante. Voy junto a Juan, no se si vamos a la misma velocidad porque me está esperando o porque no puede más. Le digo que le admiro. Nos cruzamos con un coche que nos pita, te da moral. Avanzamos firmes, bueno todo lo firmes que podemos, Katia se nos empieza a escapar, Juan dice que no sabe de dónde saca las fuerzas para avanzar tan rápido. Nos seguimos cruzando con gente, son mas de las 4 de la mañana y nos dan ánimos, nos dicen que la meta está ahí, se lo agradecemos con las pocas fuerzas que nos quedan. Nos gritan desde un coche ¡GLADIADORES! ¡que fuerte!. Ya asoma un poco del acueducto por una calle. Pienso que en la siguiente curva Katia estará esperándonos. Llegamos a una zona peatonal, le digo a Juan si quiere que empecemos a trotar para llegar corriendo, me dice que espere un poco, seguimos avanzando hasta que ya empiezo a ver gente que en una curva esperan la llega de corredores, empiezo a oír aplausos y ánimos que me dan alas y arranco a correr. Llego a la plaza no veo bien el arco de meta, y no veo a Katia. Sólo se me aparece la figura imponente de Claudio con una sonrisa en la cara, miro al acueducto y veo que he llegado. Junto a Claudio está Katia con otra sonrisa. Claudio me da el abrazo más grande que me hayan dado nunca. Rompo a llorar. No me esperaba su recibimiento. Hace 4 horas que él había acabado esta misma carrera y en vez de irse a su casa a descansar, en otro gesto de generosidad tan grande como él, decidió esperarnos y confiar en que llegaríamos. Nos abrazamos todos y nos felicitamos, nos dan una medalla, la enhorabuena y dos besos. Me siento un atleta olímpico, genial.

Como le dije a alguien muy importante en esta historia, esta no fue la carrera que yo soñé, y esto me pasa por soñar. En una carrera así he aprendido que no hay que soñar, que hay que limitarse a vivir, a vivirla lo mejor posible, a disfrutar de todo lo que nos rodea, intentando minimizar los inconvenientes que van surgiendo.

Cuando bajaba el puerto de la Fuenfría me jure que nunca mas me metería en una historia así, que no merecía la pena. Qué equivocado estaba. Ha merecido la pena todo, cada gota de sudor, cada pinchazo de dolor, me ha sido devuelto multiplicado por 1.000. Gracias

Quiero agradecer a toda esta gente su ayuda, seguro que me olvido de alguien y ese alguien me lo sabrá perdonar.

A Katia Sanz, atleta tan novel como yo, pero mil veces más disciplinada que yo, llegarás allá donde te propongas. Si no es por ti no llego, hubiera quedado en una cuneta. Gracias por tu infinita generosidad.

A Juan Seguí, el tío más Espartano que conozco, tu buen humor me sacó de más de un bache por el camino. Espero compartir más kilómetros y risas contigo.

A Claudio Heidel, por tus consejos, paciencia y por tu espera.

A Jorge Fernández, porque es un tío grande donde los haya, generoso, divertido, y que se sabe reír hasta de sí mismo. Tu compañía en la ruta fue increíble.

A Raúl Lara, por su generosidad, amabilidad y buenos consejos, y por creer que sería capaz.

A Marta, Natalia y Raquel López, y Maite Oria, por vuestros constantes ánimos chute de moral durante la ruta. Espero compartir muuuchos kilómetros con vosotras.

A Belén Díez, pedazo de crack, por tus ánimos y consejos a este aprendiz de corredor.

A los voluntarios, y gente que nos animó por el camino.

Y, cómo no, a mi familia que me aguanta estoicamente con mucho cariño, y a mi mujer y mis hijos pilares de este grandullón. Mil besos.

Gracias de verdad.

Estooooo… ¿cuándo es la próxima?